Con el sueño aún pegado en las pestañas, deslizo los dedos al otro lado de la cama. En lugar de la sábana fría, rozo tu hombro desnudo; bajan los labios a saludar, aunque aún no sea de día. Sin miedo a ser descorteses, dibujan el primer beso del viernes.
Se asoma una sonrisa, comienza tímida y se carga de la inocencia propia de los niños, de esa que grita felicidad.
En el festival a media luz, nace una nueva curva y se unen bocas
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