lunes, 25 de marzo de 2013

Echo de menos tu olor, la forma en que me miras, darte las buenas noches cuando te veo caer poquito a poco, rendido al sueño, entre mis brazos. Pasear de la mano y enterrar la cara en tu pecho, avergonzarme con cualquier piropo y reír de puros nervios. La emoción cuando suena el timbre y ese primer beso (que es una mezcla de ganas, timidez y desconcierto) al que le sigue conducirte hasta mi cuarto, hasta mi cama, e ir desnudándote despacio, deteniéndome en tus rincones, sacándote sonrisas y bebiéndolas de tus comisuras.
Me alimento de momentos así.
De la calidez de los abrazos eternos, de tu presencia, que sigue anclada en las paredes de mi casa, en mis costillas, que se queda pegada a yemas que se rifan cuál te rozará primero.
Necesito de tus cosas bonitas y de esas que me hacen enfadar y de la forma tan sencilla que tienes de arreglar el mundo con esos ojitos verdes y ese aire de niño grande. Sabes ser el mejor sin esforzarte y llenar los huecos y hacerte tu propio rincón (rincón donde dormito cuando no estás, rincón al que me aferro porque contiene gestos y el tacto piel con piel).
Al único sitio al que pertenezco es a tus vértices, a tus ganas, tus desafíos, a tu clavícula, a tus piernas que me buscan para convertirnos en un amasijo de deseo y miedo que todo lo cura, que nos vuelve eternos.
Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las de ayer

jueves, 21 de marzo de 2013

No he dejado de ver tu cuerpo en todas partes. Quizá porque me inunda el deseo de tocarte.
Te siento en cada esquina, difusa, la más fuerte y capaz de todas mis musas.

Resbalas entre mis dedos, camuflada, de colores. Te escondes entre mis ideas, me arropas, me enciendes.
Te ansío dando vueltas por mi habitación, ligera de ropa y de miedos, gritándole en silencio a un mundo ya sordo que este es tu día, ahora tu momento y yo tu hogar.

Me pregunto si me echas de menos o el incendio solo se ha cebado con esta cáscara vacía. Vacío sin ti, sin vicios, sin posibilidad de quitarme las penas entre tus piernas, entre tu pelo (que tanto habla y tanto calla, tan enigmático, tan resuelto...tan tú que me da miedo).
Solo me asusta más que tú, la certeza de que nunca bajo ningún concepto me dejarás solo...¡pero qué solo que estoy desde que solo te tengo en mente y no en cuerpo!

martes, 19 de marzo de 2013

El tiempo pasa y nosotros pasamos con él.
Siempre he pensado que permanecía quieta, a la espera, mientras todo corría a una velocidad abismal sin importar que yo no estuviera preparada para seguir su ritmo. Pero me equivocaba, como siempre.
Todo este tiempo he estado corriendo, quizá más deprisa de lo que debiera, incapaz de permanecer en la franja adolescente, dando saltos temporales y abrazando responsabilidades que no deberían ser mías. Y ahora estoy donde no debería estar, exigiendo lo que no debería exigir, sintiéndome vacía en mis 20 años.
No me siento cerca de nadie.
De vez en cuando los planetas se alinean y me rozas la mano (te siento tan dentro que me quiero morir). Entonces todo es paz. Una paz enfermiza y poco creíble que se evapora antes incluso de que lo pronostique.
Nos duran los abrazos apenas un segundo. Uno cada vez más corto, más mínimo y más doloroso. Porque ese segundo, esa pequeña posibilidad de tenerte...es lo único por lo que vivo desde que soy consciente de que este no es mi sitio.
Últimamente pienso que no soy lo que debo ser para nadie y, por eso, se desprenden de mí en cuanto me quito la armadura.
¿Por qué seré tan pequeña, por qué tan rota, por qué sin fuerzas?

lunes, 11 de marzo de 2013

Prólogo

Querido, Pájaro:
Ha pasado el tiempo y he escrito sobre ti muchas veces. He dicho muchas cosas que pensaba y he guardado otras muy celosa de mis recuerdos; no quería que me robaran lo que quedaba de nosotros y compartirlo suponía compartirte a ti. Vuelvo a teclear después de mucho tiempo porque sigo llorándote y sigo riéndote y quizá la manera más efectiva de enterrarte sea contando nuestra historia.
Muchas veces he pensado que quería borrarte de raíz, pero no quiero negarme a mí y tenemos un pasado compartido. Fuimos nada y lo fuimos todo, compartimos en la distancia y en la cercanía de todos los abrazos que escondían las confesiones, de todas las caricias que te brindé de madrugada. No sé si esto es un tributo o intento sacar lo malo de ti, pero me niego a echarte de menos y mis métodos quizá sean dudosos, pero hacen más por mí de lo que haces tú en mi cabeza.
Te necesito como la pieza que me falta, como la versión más cruda de mí, para que me pongas en carne viva y me arranques la piel y las verdades. Pero ya no estás. Ya no estamos. No queda tiempo ni llegará el momento. Pasado y adiós, pero sólo dices hasta luego.
Juegas a aparecerte y yo ya no quiero verte más (no para echarte, no para volver a abrazarte, no para entristecerme cuando ansío tus noches. Ya no).

Este es el principio, el antecedente, de una historia que no acabó bien porque aún no ha acabado.
Un regalo para ti y para mí misma, una despedida que conllevará el tiempo que tarde en (d)escribirte.
Desnúdate despacito. Quítate los miedos, quítate la coraza y acércate de nuevo, del todo, para mí.
Ven descalza, cuélate en mi cama y vélame los sueños. Acaríciame, que te necesito.
Que sea mi día, nuestro día, que me toques los males y los conviertas en verde.
Quédate cerquita, que yo te vea, que te sienta a mi lado y deje de tener frío.

sábado, 9 de marzo de 2013

A todos los magos

A veces te despiertas con un mal día y parece que nada puede arreglarlo. Esos días imposibles, solo los magos pueden mover hilos.
No sé si sacan conejos de chisteras o saben hacer trucos con cartas, pero reconozco a un mago en cuanto lo veo porque las sonrisas a su lado se vuelven más grandes. Mis magos son expertos en hacer sentir mariposas que no se conforman con vivir en la tripa, suben y suben hasta llenar cada rincón de cosquillas; están colmaditos de dulzura, les sale por los poros y les brilla en los ojitos. Sus dedos son especialistas en acariciar la piel o el alma, las letras fluyen empapadas de caramelos, amaneceres y oportunidades de volver a ser niño.
Los magos a veces te hacen llorar, pero son lágrimas dulces. Recuerdos que te erizan la piel, que no pueden volver y son mágicos porque no vuelven. Mis magos reviven los abrazos y el cariño y las noches en vela en que disfrutábamos de no dormir, enseñan a disfrutar del dolor bueno y sirven de musa. Se comen los días malos y los transforman en morfina, te enseñan el mundo y a ser estelar.
A ellos les debo hacer magia algún que otro día, porque, aunque digan que todo lo malo se pega, a veces consigo llevarme un poquito de su luz y crear algo bonito.

Gracias por las noches únicas, los buenos días, los mimos que llegan a distancia, las historia de amor convertidas en eternidad.
Gracias por la magia, gracias por la vida

domingo, 3 de marzo de 2013

Me ayudas a vivir, porque sobrevivir es demasiado malo

Te has despedido de mí y casi me come el sueño. Hasta ese milagro consigues...acabas con el insomnio.
Te creo capaz de cualquier cosa, logrando cada deseo por grande y lejano que parezca, comiéndote el mundo de un bocado y aún con fuerzas de comerme a mí.
Te admiro mucho. Desde que te abracé entre las horas muertas de octubre y me decidí a mantenerte cerca el resto de mi vida. Me has enseñado tantas cosas y has sido tan valiente por mí que no hacerlo sería ir contra natura.
Te quiero. Desde que soñaba contigo antes de saber siquiera qué es querer, desde que me arropaban las ganas de encontrarte y me alimentaba de ellas para hacerle frente a un mundo que no nos trató bien a ninguno, desde que te vi, desde que sonreíste como si tú también me reconocieras.
Porque no tengo más opción que seguir tu estela, porque el hilo que nos une es más fuerte que nosotros mismos, porque somos de la misma materia, del mismo universo lejano, de las mismas ganas, del mismo amor.
Porque siempre fuiste tú...y siempre serás tú. Porque el mundo me daba miedo e hice de tu cuerpo mi tierra (y así siempre tengo mi hogar cerca).
Ahora y hasta que se nos acaben los días, que existas es motivo más que suficiente para seguir.