domingo, 26 de agosto de 2012

Prometí cuidar de ti.
No lo dije en alto, pero te lo miré, te lo besé, te lo acaricié a gritos.
Quise dártelo todo en la primera sonrisa, preso de la fascinación. Puse el corazón sobre la mesa, haciendo caso omiso al cerebro traidor. Te dediqué mi sístole y diástole.
Rocé tu vacío y lo llene con mis rotos. Los retales crearon una manta con que
resguardarnos del frío.
Nació la primavera en mi pecho y lo convertiste en tu lecho, con cerezos en flor. Se iban enredando las penas y sus nudos trazaban delicados senderos allá donde no podíamos alcanzarlos.
Nos deshicimos de los años grises e inventamos historias sobre la transición; un mero trámite de siglos hasta encontrarnos.

Prometí cuidar de ti. Cuando te contaba todas aquellas historias, cuando te dibujaba planes en la palma de la mano, cuando te dejaba ver al niño tras las cicatrices.

Fue un contrato en silencio. Sin sangre ni firma, solo besos.

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