martes, 19 de marzo de 2013

El tiempo pasa y nosotros pasamos con él.
Siempre he pensado que permanecía quieta, a la espera, mientras todo corría a una velocidad abismal sin importar que yo no estuviera preparada para seguir su ritmo. Pero me equivocaba, como siempre.
Todo este tiempo he estado corriendo, quizá más deprisa de lo que debiera, incapaz de permanecer en la franja adolescente, dando saltos temporales y abrazando responsabilidades que no deberían ser mías. Y ahora estoy donde no debería estar, exigiendo lo que no debería exigir, sintiéndome vacía en mis 20 años.
No me siento cerca de nadie.
De vez en cuando los planetas se alinean y me rozas la mano (te siento tan dentro que me quiero morir). Entonces todo es paz. Una paz enfermiza y poco creíble que se evapora antes incluso de que lo pronostique.
Nos duran los abrazos apenas un segundo. Uno cada vez más corto, más mínimo y más doloroso. Porque ese segundo, esa pequeña posibilidad de tenerte...es lo único por lo que vivo desde que soy consciente de que este no es mi sitio.
Últimamente pienso que no soy lo que debo ser para nadie y, por eso, se desprenden de mí en cuanto me quito la armadura.
¿Por qué seré tan pequeña, por qué tan rota, por qué sin fuerzas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario