domingo, 6 de enero de 2013

Los domingos traicioneros.

Recuerdo el día que me dijiste: "soñé que no tenía manera de localizarte y...tuve miedo. No quiero perderte". Y, sin embargo, me has perdido.

Siento con el tiempo, que te echo de menos como si hubiera perdido una oportunidad.
Busco la tragedia que ibas a provocarme, las heridas, las partes de mi cuerpo donde tus huellas podrían seguir ardiendo.
Una parte de mí, necesita tu cataclismo.

Me dijiste tantas cosas y te volviste tan drástico. Dramático, incomprensible, entrometido...creo que aún no lo sabes, pero te enamoraste de mí.
Cuando entendiste que estaba aprendiendo a vivir, a querer sanamente, a supurar los daños. Cuando comprendiste que sin ti aún podía, que no habías conseguido volverte tan grande como para romperme el corazón.
Te enamoraste de la imposibilidad de convertirme en otra cara que exponer en tu galería y fui la primera de una lista de derrotas, de fracasos, cuando mancillé tu ego impoluto.

Yo...recuerdo cuando pretendías que te siguiera ciegamente y cuando estaba dispuesta a hacerlo.
Cuando soñaba con tu tacto y con ser drásticos, dramáticos, incomprensibles, entrometidos...

Creo que te recordaré siempre los domingos traicioneros.

3 comentarios:

  1. Los fines de semana, en especial los domingos... son lo putu peor. Más todavía si no hay un "él" para hacerte compañía...

    Besos!

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  2. Me has llegado hondo en este domingo traicionero.
    Destilas magia, pequeña

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  3. Y así es como mataron al verdugo. El nuevo asesino se mira las manos llenas de sangre e intenta convencerse de que ha hecho lo correcto: una muerte para vengar otras miles. Una pérdida por muchas.
    Pero ella y yo sabemos que a partir de entonces, a partir de ese domingo traicionero en el que acabó con todo, soñará cada noche con el silbido de la guillotina; un sonido que ella asocia con él. Y esperará su sentencia de muerte. Buscará la tragedia que él le provocaría, las heridas, las partes de su cuerpo donde sus huellas podrían seguir ardiendo. Pero no las encontrará, porque antes de que el filo de la hoja haya tocado su piel se habrá despertado, maldiciendo esos domingos traicioneros en los que sueña con tu tacto y con ser drásticos, dramáticos, incomprensibles, entrometidos...


    M.

    (P.S: Yo tamibién odio los domingos. Y si son traicioneros, más.)

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