viernes, 22 de febrero de 2013

El día en que al pájaro se le olvido volar

Estábamos hablando de cualquier cosa, en uno de esos días que las horas pasaban entre letras y yo aún tenía que imaginar cómo sería tu voz. Pensaba en ello habitualmente y cada vez la imaginaba de una manera; a veces decía cosas sin sentido, se le escapaban te quieros y me quería morir.
Éramos víctimas del autoengaño. Tú pensabas que estaba enamorada y a mí me gustaba pensar que sí, pero entonces te enamoraste y tuve que cortarte las alas. Yo te quería. Te quería y te odiaba por igual porque veía en ti los reflejos de mi estela y caías, caías una y otra vez en mis vacíos, agrandabas los huecos y te dedicabas a asesinar.
Me hacías daño y ese daño era adicción y esa adicción una mezcla de miedo y deseo. Tú eras eso que no debió existir pero con lo que continúo soñando.
Dijiste tantas cosas y de tantas maneras, que la ruptura era un hecho y el desplome un desastre anunciado. Te quitaste la armadura y confesaste: "quédate, escógeme, quiéreme". Lo gritaban tus letras, lo gritaban tus reproches y la forma en que decías otros nombres. Lo vi en tus otras chicas, en el sexo, en los besos, en los relatos para no dormir que me contabas de lunes a domingo.
Yo te quería, pero decidiste quererme... y ya no

1 comentario: