Éramos víctimas del autoengaño. Tú pensabas que estaba enamorada y a mí me gustaba pensar que sí, pero entonces te enamoraste y tuve que cortarte las alas. Yo te quería. Te quería y te odiaba por igual porque veía en ti los reflejos de mi estela y caías, caías una y otra vez en mis vacíos, agrandabas los huecos y te dedicabas a asesinar.
Me hacías daño y ese daño era adicción y esa adicción una mezcla de miedo y deseo.
Dijiste tantas cosas y de tantas maneras, que la ruptura era un hecho y el desplome un desastre anunciado. Te quitaste la armadura y confesaste: "quédate, escógeme, quiéreme". Lo gritaban tus letras, lo gritaban tus reproches y la forma en que decías otros nombres. Lo vi en tus otras chicas, en el sexo, en los besos, en los relatos para no dormir que me contabas de lunes a domingo.
Yo te quería, pero decidiste quererme... y ya no
El amor a veces puede ser muy destructivo
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