viernes, 20 de abril de 2012

¿Cuándo pararía el tiempo...?

Manos se posan suaves sobre el rostro, bocas se juntan. Cálido contraste, intercambio, unión; y los dedos bajan por el cuello, buscando un recoveco entre la clavícula en el que instalarse al aumentar la presión sobre el labio inferior. Hace presencia la necesidad cuando cada parte del cuerpo responde al estímulo de la saliva, y la sobrecarga crea emociones que paralizan o hacen moverse más deprisa. No sabes a qué agarrarte o cómo retenerlo; te aferras al pelo y pierdes la delicadeza. N o controlar el movimiento aumenta los latidos, lenguas tejen caminos insondables y encuentran en la boca demasiadas restricciones. Delinean carreteras en el lóbulo de la oreja, líneas rectas en la mandíbula que culminan con el ansia de un mordisco. Cuello arriba, cuello abajo, con la precisión de un caracol de vuelta a casa. Es el momento previo a la pérdida total de miramientos en que nos cruzamos preguntando hasta dónde va a llegar. Se entremezclan miradas cómplices con sonrisas de lado. Ese momento previo al caos.

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