jueves, 19 de abril de 2012

A sus huesos salientes, a su nariz pequeña, su aire alternativo

Al parecer, Natalia le ha estado susurrando a mi cuerpo mientras dormía.
No tengo muy claro con qué palabras se lo ha ganado, pero he despertado drogodependiente. No hay adicción más real que la que siento hacia sus manos, que, al recorrerme, me vuelven fascinante.
De una manera u otra, necesito brillar entre su cuerpo.
Cuando me roza, cuando camina a mi lado, cuando respira contra mi pecho, cuando canturrea en la habitación...tengo la necesidad de obligarla a quedarse y volverme mejor.
De entre las cenizas que provoca y sus desastres, sus desplantes en esos días que no quiere a nadie; de los momentos en que resulta patética y contaminante, también sale luz. Puedo hacer mi mayor esfuerzo, pero siento que si no me mira, todos pierden la capacidad de hacerlo.
Contagiarse es sencillo si te cede algo de aire. Y es que ella, por encima de todo, es embriagadora y venenosa.
Hace que pierda la capacidad de sentirme bien si me abandona...decidme si no es una droga, la dulce Natalia

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