jueves, 15 de marzo de 2012

Ahora sé que no puedo perdonarte

Hace mucho que no escribo para ti.
En algún momento me heriste lo suficiente como para que decidiera alejarme de por vida, poner medidas reales para que no se cruzaran nuestros caminos.
En algún momento decidí que sólo me importaba no volver a ver llorar a mi madre. Tú habías conseguido que las dos quisiéramos morir y romperme a mí es permisible, pero por encima de ella jamás pasará nadie.
Hoy he vuelto a llorar. Sigues teniendo la culpa de partirme en pedacitos que aún andan perdidos en algún lugar. Por motivos que desconozco no logro encontrar los que me faltan, y ya que fuiste tú el ejecutor, debes cargar con el crimen.

A veces parece sencillo sonreír, recomponerme. Abrazo la felicidad hasta que me suelta y me recuerda que no me la merezco. Pero sí, sí que lo hago. Cada día un poco más, me merezco esas sonrisas. Y él merece que sonría, ¿sabes? Mucho más que tú.

Quiero ser la mejor persona del mundo: la chica más guapa, la más divertida, la más inteligente...pero no me doy permiso para ser yo.
Una vez más, tienes la culpa.
Me indujiste a pensar que mi personalidad era una errata, que mi cuerpo estaba sucio y que tocarme era algo por lo que pedir perdón a Dios. Conseguiste que me sintiera insignificante y nada válida, que mirarme al espejo fuera un auténtico suplicio.
¿Sabes qué pasó? Perdí más de 10 kilos y me convertí en sombra.
Sonreí, sonreí, sonreí...y fingí tanto que esa pantomima se comió a la chica pequeña y frágil que había detrás.

Pero yo no quiero fingir. Ni siquiera un poquito más, ya no me sale.
Quiero ser complicada, difícil de tratar. Tener gustos raros, vestir de manera poco habitual, leer a Stephen King y ver doramas...quiero darme una oportunidad real con el chico fabuloso.
Quiero poder...poder darme permiso para quitarme la coraza. Dejar de estar asustada, volver a ser una chica cualquiera en el momento cualquiera.
Olvidarme de la forma en la que corrías al cuarto de baño después de estar conmigo; despertar y sentirme orgullosa de haber dejado toda la mierda correr por el sumidero.

Quiero olvidar que no me gusta quien soy y sujetar de nuevo mis sueños.
Quiero ser la de las ideas claras, la que pasaba del que dirán, la luchadora nata, la hija pequeña de Juan García.
Quiero ser Raquel y olvidar el daño que me hiciste y el daño que nos haces.
Quiero ser hermana, amiga, artista y su chica. Quiero hacerle feliz. Tanto que le duelan los mofletes de reírse, tanto que se olvide de tocarse cada dos por tres el pelo. Tanto que asuma que sus errores no son tan grandes y que estoy enamorada de cada uno de ellos, que no es sólo por su carita preciosa.

Por eso y por todo, quiero decirte que no te voy a perdonar jamás.
Yo conseguiré ser grande y tú seguirás agachando la cabeza, avergonzado por tus faltas.
Siempre fue mejor que tú, no lo olvides nunca.

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