domingo, 25 de marzo de 2012

Perdóname

Me tienes, me dejas correr.
Fue impresionante tu forma de tocarme sin usar las manos. Era sencillo, te desnudabas, contabas historias para no dormir.
Probablemente me fascinara cada aspecto que me enseñabas, cada libro que te gustaba, cada canción y cada herida, cada queja, cada grito, cada llamada de auxilio. Me gustaba que fueras frágil disfrazado de fuerte, porque yo soy de esas también.
Leí tus historias y me empapaba de desventuras. Hablábamos de la vida y acariciábamos la muerte. A mí me gustaba May Kasahara y a ti te fascinaba el zoo de Nutmeg, no obstante, siempre fuiste El-pájaro-que-da-cuerda. Con tus manchas, con tus taras...con tu manera de buscar respuestas para no encontrar nada.
Un día tras otro, el último susurro antes de cerrar los ojos.
Me acostumbré a tu respiración aún sin escucharla y supe entender tu dialecto y tu angustia y tu miedo. Y compartimos todo eso y alguna que otra noche en silencio.

Lo que tenemos suele ser turbio y doloroso. Nos unen los desencuentros, enlazamos en el dolor y nos aferramos a las penas. Jamás supliremos vacíos.
A veces piensas que tengo forma de respuesta y otras soy confidente de tus errores en su busca. Lo que hacemos mal es nuestro símil. Los rotos, las quiebras, los agujeros negros y las caídas.
Es nuestra manía de abrazarnos hasta helarnos el alma lo que disfrazas de amor.

Nunca olvidaste tus heridas, ni las cubriste, ni las bañaste en alcohol. Nunca has tenido la menor intención de cambiar al ente pasivo del que tomaste forma.
Lo cierto es que ese eres tú: el resultado de un cataclismo; de la sangre, de las vísceras, de las explosiones...de la carencia y el desconocimiento.
Tú, el maestro del indie, del cine, del manga y lo absurdo. De las dudas existenciales, del interior, de las miserias, del sexo que conlleva al dolor, del dolor que conlleva al sexo...tú, eres sólo eso, un bucle de equivocaciones sin posibilidad de retorno.
La fascinación inicial desaparece y queda sólo tu cuerpo desnudo, acurrucado.

Mis manos sólo responden a un cuerpo, a un estímulo, a un nombre, a un color.
Tu oscuridad desaparece cuando se esfuman mis vacíos. Cuando me mira, cuando se calla, cuando suspira, cuando me toca.
La debilidad cambia de forma y se ata a su sonrisa, a sus manías, al olor de su pelo un día de lluvia. Al calor de unos brazos que llaman a otros brazos, a una salida, a un ciclón.
Me mueve, me estremece y me apasiona aunque no sepa en cada instante qué piensa o qué dirá. Nunca me priva de un instante y me da toda la fuerza que se me escapa. Me la regala envuelta en las yemas de sus dedos.

Nunca ha sido cosa nuestra.
Incluso cuando no conocía su nombre o su cara, siempre fue él.

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